Residencia

La Residencia Ntra. Sra. del Rosario, fundada por las RR. Ángeles Custodios, tiene como finalidad acoger a las jóvenes estudiantes en su proceso de formación universitaria.

Rafaela Ybarra, fundadora de estas religiosas, tuvo especial empeño en la formación integral de la juventud, como medio de inserción social.

Las Casas de La Cava

Nos situamos en el centro del jardín después de subir la escalinata que da acceso desde la calle, para poder contemplar las dos casas a la vez. Nos tenemos que retrotraer en el tiempo a la segunda mitad del S XIX, cuando estos terrenos pertenecían a la llamada anteiglesia de Deusto. Era un paraje inhabitado y agreste en la margen derecha de la ría del Nervión que, por no estar encauzada aún, extendía sus aguas libremente por sus orillas. La margen izquierda -también salvaje- pertenecía a la república de Abando.

Eran los años del auge de los Altos Hornos, por lo que Bilbao se convirtió de repente en un polo de atracción con ofertas abundantes de trabajo. Acudieron riadas de gentes ansiosas de mejorar sus vidas, pero llegaron también especuladores y maleantes que enrarecieron el ambiente. Por todo ello, don Gabriel Ybarra y su yerno don José Vilallonga que era el esposo de Rafaela, decidieron buscar en este lugar una vida más tranquila y sosegada. Así edificaron dos palacetes que ya pudieron ocupar en el otoño de 1869. Don Gabriel, con sus esposa Rosario Arámbarri, y los tres hijos aún solteros, se instalaron en el de la derecha, mientras don José y Rafaela, con sus tres primeros hijos, ocuparon el de la izquierda. Las casas resultaron casi gemelas, pero la de los Vilallonga tiene un saliente exterior un poco ochavado que le da elegancia y permite la ubicación adecuada del oratorio en la segunda planta.

Está coronado por una cúpula que, en su tiempo, tenía las aristas cubiertas por tejas vidriadas de color verde. La escalera exterior que da acceso directo al salón principal de la casa le da un aspecto muy señorial. Pocos años pudieron disfrutar de tan delicioso lugar, porque en el año 1873 estalló la segunda guerra carlista (la tercera para Bilbao) y las mujeres y los niños de muchas familias pudientes huyeron a Santander, donde tuvieron que permanecer tres años completos. Mientras tanto las tropas carlistas tomaron por asalto las dos casas, convirtiéndolas en su cuartel general.

Vista de Bilbao y Abandoibarra desde los jardines de la residencia Ntra Sra del Rosario

En Santander – en 1875- falleció de manera inesperada Rosario Ybarra, hermana de Rafaela. Contaba solamente 28 años de edad y dejaba cinco hijos huérfanos. El mayor sólo tenía ocho años. La desgraciada madre, en su lecho de muerte le pidió a Rafaela que cuidara de sus hijos, cosa que ésta cumplió de manera admirable durante toda su vida.

Terminada la guerra civil -en 1876- regresaron todos menos Virginia, que quedó en Santander casada con don Cayo Pombo. No pudieron sin embargo irse a Deusto, porque sus casas habían quedado seriamente dañadas por el conflicto bélico. Por eso volvieron nuevamente a las casas de la Ribera, Los huerfanitos Urquijo Ybarra, con su padre Adolfo, en un piso contiguo al de los Vilallonga, con una puerta de comunicación entre ambos para que Rafaela pudiera atenderlos.

Finalizada la reparación de sus casas se preparaban para volver a habitarlas cuando falleció Amelia Ybarra, otra hermana de Rafaela, muy joven aún. La desgracia entristeció notablemente a todos pero especialmente a su madre doña Rosario, que cayó en un abismo de dolor y de aflicción. Era la cuarta hija que perdía y la desconsolada señora no soportaba la pena. Por todo eso se negó a volver a La Cava, lugar tan lleno de recuerdos para ella, y se fue a vivir con su esposo don Gabriel a uno de los chalés que por entonces se empezaban a construir en el Campo Volantín. Ya en La Cava, don Adolfo Urquijo y sus hijos ocuparon la casa de los abuelos. Así, en este marco, vivió Rafaela ocupada en sus deberes de esposa, de madre de sus hijos y de los sobrinos huérfanos a los que llamaba los “hijos de su corazón”. No se sintió desbordada por su familia, y de dedico a amparar y atender a tantos y tantos necesitados como acudían a ella. Llenó las dos casas con el aroma de sus virtudes y se volcó especialmente con las jóvenes necesitadas de su protección, hasta culminar en la fundación del Instituto de los Ángeles Custodios.

La casa de Rafela Ybarra

La entrada por la portería resulta acogedora y agradable, con mucha luz. La escalera es de mármol blanco, lo que contrasta y hace resaltar el negro intenso de la balaustrada de hierro artesanal. Da paso a un amplio vestíbulo iluminado por la bonita vidriera que da al jardín por la zona del monte. El zócalo, de madera oscura, es elevado y en dos zonas se abre para dar cabida a armarios empotrados en la pared. Resulta interesante el paragüero de estilo neo-gótico.

A la derecha queda lo que fue el despacho de don José, con un gran ventanal y un zócalo de madera tallada. Tiene al lado un espacio que ocupaba su secretario. El armario de cristales está superpuesto a la pared. El ascensor ha ocupado el espacio que correspondía a una escalera para el servicio de la casa. La puerta de la escalera daba al oficio del comedor. Este espacio comunica con el exterior. El comedor conserva el aparador y el trinchero, pero no la mesa, que era mucho más grande que la actual.

El salón es lo mejor de la casa, con su salida al jardín, muy a propósito para las reuniones y las fiestas sociales de entonces. Conserva dos consolas doradas y una sillería estilo Luis XV. Hay una fotografía de Rafaela y dos cuadros con las fotos de don Gabriel y doña Rosario, padres de Rafaela.

La de esta señora, con un cierto semblante sombrío, corresponde a los años en que acababa de perder a sus hijas Rosario y Amelia, y refleja la profunda depresión en que se hallaba sumida. Pocos años más tarde -en 1883-, ya muy enferma, murió en manos de su hija en una estación de París cuando intentaban tomar el tren para regresar a Bilbao con su esposo. A partir de entonces, don Gabriel vivió -hasta 1890- con su hija Rafaela.

El salón de recibir contiguo es hoy un verdadero museo que gusta  contemplar. Destaca una fotografía familiar, que representa a Rafaela, don José, Amelia (izquierda), Gabriel, Pepín, Rosarito y Mariano. Junto a éste su esposa María Pepa Medina y sus cuatro primeros hijos. La fotografía debió de hacerse en el año 1895, poco antes de ingresar Gabriel y Rosarito en la vida religiosa. Tenía Rafaela 52 años y don José 72.

Arriba está la capilla, la antecapilla y la habitación de en la que murió Rafaela el 23 de febrero del año 1900. A los dos lados de la puerta de la capilla hay unas vidrieras que representan a los patronos de los condes de Vilallonga (Mariano y Eugenia), mientras que a la derecha se ve a los arcángeles Gabriel y Rafael.

Las vidrieras de la capilla representan a Santa Mónica, San Francisco de Sales, San Vicente de Paúl y Santa Teresa. En la antecapilla objetos personales de Rafaela y una imagen de Cristo Crucificado a quien ella vio con el costado abierto invitándola a entrar, viendo así que Cristo está vivo aún.

La Cava en el siglo XX